miércoles, 20 de agosto de 2008

RECUPERACION


Cuento publicado en "5 años de Poesía - Música - Arte" Ediciones de las tres lagunas. Segundo premio en cuento del Certamen literario regional.


RECUPERACIÓN
Por Silvia Graciela Oliverio


Inmensa la noche, desplegaba centelleantes manojos de estrellas. Sin ti, en la Radio Nacional, el concierto era maravilloso. Imprescindible es la distancia para meditar y entender. Creo que lograré olvidarte. No pude reprocharte nada, la culpa, fue de esa lluvia torrencial del mediodía. Las casualidades siempre necesitan un culpable.
Pocos vehículos interfiriendo el equilibrio suave de mi viaje. Supongo que la música puede hacer milagros. Mi pie izquierdo, el que no usaba para acelerar, llevaba el compás del piano y mis hombros acompañaban el violín. Me sentía como en una nube, evadiéndome de todo. Un recreo de la vida. Lamentaba no poder cerrar los ojos, para que los breves silencios de la orquesta fueran perfectos. Hubiese disfrutado esos instantes, para luego levantar los párpados y seguir descubriendo señuelos luminosos en el cielo. Quizás, nunca te volveré a ver. Prefiriendo corcheas y claves de sol a la falacia de tu encanto, seguía mi viaje. Tal vez, jamás te encuentre. Ojalá.
Repentinamente el volante comenzó a vibrar en mis manos. Maniobré la camioneta hacia la banquina, apagué el motor y bajé del vehiculo. Hacía frío y descubrí el neumático desinflado. –Nada me detendrá- pensé –. Yo puedo. Puedo cambiar una rueda, puedo prescindir de ti.
Los únicos acordes musicales que siguieron, eran los sonidos del campo, un murmullo inquietante. El cielo comenzó a esconder sus estrellas. Encendí las balizas, abrí el capot y aunque la linterna no tenía pilas, encontré la llave cruz. La caja que contenía el críquet hidráulico era un misterio para armar. Logré descifrar el rompecabezas, y traer a la memoria como trabajan en las gomerías. Las tuercas parecían inamovibles, luego poco a poco fueron aflojando. Mis zapatillas estaban embarradas y sentía la humedad en las medias. Un estornudo, preludio de un resfrío. Otra culpa para la lluvia del mediodía.
Cambié la rueda y aunque esas nubes flacas que taparon la luna comenzaron a gotear una llovizna, ajusté las tuercas con alegría, ya faltaba poco.
Mis ojos se habían acostumbrado a la penumbra de la noche. Guardé las herramientas y la rueda averiada. Un zapateo para sacudir el barro y a continuar el viaje. Enciendo el motor y el jazz inunda mis sentidos. En mi temporaria ausencia, había cambiado el programa de la radio. Es mejor que estés lejos de mí. Yo puedo seguir sola. Quiero ser libre. Libre de ti.
El limpiaparabrisas quitaba la llovizna. No se veían estrellas y la luna era un tenue resplandor detrás de la bruma. Embrague, primera y acelerador. La camioneta patinó. No avanzaba. Descendí para comprobar las ruedas encajadas en el barro. El motor bramando sin poder mover el vehículo. Tercera culpa para esa lluvia que aparentaba inocencia.
Luego de la primera sensación de desamparo, recordé que la póliza de seguros tenía asistencia al viajero. Marqué en el celular el número de emergencias. Prometieron enviarme la grúa en dos horas. Me invadió un cansancio repentino. Anclada en el barro, humedecida y con frío, me di cuenta que nada es peor que la soledad reciente.
El café y el azúcar, asomaban de la canasta de mimbre, pero la botella de agua estaba vacía. Quedaban dos alternativas, juntar agua de la llovizna o utilizar el bidón de agua destilada. Dada la urgencia por mi café, no quería esperar la lenta recolección de las gotas que quisieran depositarse en la pava, así que elegí la última opción. Por suerte el calentador funcionaba. El agua hirviendo empañó los vidrios, la volqué en la taza y revolví la infusión con un destornillador. Aunque agregué mas azúcar el sabor era amargo, raro…
Me quité las zapatillas, las medias empapadas. Indudablemente sucedía algo extraño, reinaba una oscuridad pavorosa, a excepción de ese polvo de brillantina que se empezó a acumular por todos lados. Algunas pizcas de luz lograban una refracción infinita en los pequeños cristales flotando. Ya no pasaban otros vehículos, solamente se escuchaba el golpeteo del agua.
Levanté la vista y te descubrí por el espejo retrovisor, estabas observándome desde el asiento trasero. Me pregunté de tu extraña aparición, estaba segura de haber trabado todas las puertas. Cuando ya había descartado cualquier posibilidad de reencuentro volviste. Estabas distinto, un brillo inexplicable en la mirada… Como antes, como cuando te conocí, con una sonrisa, sin palabras. Quité la vista del espejo y giré mi cuerpo. Continuabas allí.
Las yemas de mis dedos acariciaron tu piel, apenas rozaron la primera peca, una chispa liberó una luciérnaga que remontó vuelo, encendiendo una estrella. Probé con otra y pasó lo mismo. Me mirabas, como si no te sorprendiera el juego. Poco a poco, las estrellas vuelven a prenderse del terciopelo negro de la noche. Una a una, desparecen tus pecas. Tus 24000 pecas. Más de una vez las conté.
Me despertaron algunos golpes en la ventanilla.
- Grúa de la compañía de seguros – dijo una voz masculina.
- Buenas noches – respondí soñolienta y confundida.
- Buenas noches, señora - me contestó el hombre, mientras enganchaba un cable de acero en el paragolpes de mi camioneta.
El señor se ofreció verificar el estado de la rueda que yo había instalado, acepte de buen gusto, algunas dudas de mecánica novata me quedaban aún. Bajó sus propias herramientas y retocó las tuercas. En pocos minutos salimos del lodo. Fue un alivio.
- Puede continuar el viaje. Firme aquí – Me dijo en su rutina, exhibiendo un informe de auxilio. El hombre se despidió con la mano en alto, cuando vio que la camioneta se deslizaba por la ruta.
En la radio pasaban música de películas, me había perdido el final de la audición de jazz. La tormenta andariega se había retirado a otros mundos. El cielo era un brillo resplandeciente y la luna un redondel de esperanzas. Un triángulo de 24.000 estrellas, era la nueva constelación que descubrí. El tema “Se” de la película Cinema Paradiso fue el marco musical de mi duda, y casi mi deseo: ¿Te volveré a ver?

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