martes, 19 de agosto de 2008

Luces Verdes



Cuento publicado en Relatos Andantes, selección de César Melis, Editorial Dunken.

LUCES VERDES
por Silvia Graciela Oliverio

Ella esperaba, en un ir y venir de miradas a través de la ventana. Él aprisionaba el pie en el acelerador, compitiendo contra el viento que desparramaba con furia la tierra polvorienta de la sequía.
Ella, en su espera, escuchaba música clásica, que se esparcía por los rincones de la casa ascendiendo entre los vapores de un té de hierbas enfriándose lentamente en una taza. Él, mientras aceleraba, se distraía en la sorpresa de la próxima canción de la radio, elegida al azar por el operador de la madrugada, mientras sus ojos verdes se reflejaban en el espejo retrovisor.
Ella hojeaba un libro de poemas sin conseguir concentrarse, en el preciso momento en que empezó a llover. Él percibió en una visión instantánea exactamente lo que ella estaba haciendo en ese minuto. La había visto tantas veces en la misma actitud: levantándose de la silla en el primer destello de los rayos y esperando que llegue el sonido del trueno un suspiro después, rodeándose la panza gigante con sus dos manos, intentando calmar el movimiento interior. Ella sonrió, porque sabía que él estaba imaginando la escena, y levantó su blusa para observar su ombligo que parecía explotar. Él siguió manejando en medio del chaparrón, hipnotizado por el limpiaparabrisas.
Ella pensó que era conveniente preparar otro té, mientras leía por cuarta vez el teléfono de emergencias médicas. Él presintió que no llegaría a tiempo cuando el automóvil se le escapó de la ruta y encaró los pastos y el barro de la cuneta. En su última mirada se desprendió una luz verde.
La monotonía del sonido de la lluvia se fue apagando poco a poco, mientras el silencio y la calma parecían reinar en el campo.
Cuando las nubes se retiraron volando sueños hacia otros lugares, recién amanecía, pero ya era tarde... demasiado tarde. El sol logró despegarse del horizonte y fue subiendo perezoso. Un inmenso cielo verde se desplegó ante los ojos de mujer asombrada y comprendió que no tenía que esperar más. La luz verde la persiguió en su día de parto, y en todos los días que siguieron de su larga vida.

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